martes, 22 de febrero de 2011

Promesas y más promesas

    Es cosa de locos pensar en todas las cosas que uno hará… o mejor dicho, en las que cree poder hacer algún día. Es cosa de cabezas raídas, partidas en millonésimos estratos. Querer es lo contrario a poder cuando lo cavilas con pre-ocu-pa-sión; pues aunque se diga que queriendo se echa la moneda al aire y se podrá con ello algún día, se vuelve tan sólo en algo tan inesperado y falaz como la venida del espíritu santo. No hablo de aventar todo al bote del fiasco, claro que no. No digo que hay que retroceder cada vez que uno no pueda avanzar, ni tampoco me afianzo a dejar de querer sino, -poder al instante-, hacerlo fluctuar en el ahora ::: tiempo de eterno retorno. Así es como uno se dirige al despeñadero de cualquier ilusorio movimiento, sin un cinturón de seguridad que apetezca sostenerte o sujetarte si es que, sales disparado al cosmos echando chorros de fluorescentes listones.  
    Yo me había convertido en un experto rompiendo mis promesas pues, no valían de nada. Eran a lo mucho, unas cuantiosas hojas transparentes trazadas con mis ficticias inscripciones sonoras que bien se podían deshacer con cualquier tempestad de voluntad, o… con cualquier cambio de rumbo en el camino diario, -pues siendo tantos los ajetreos y las sacudidas-. No tenían nada de impresionantes, ya que todo mundo se hallaba con la disposición de estar grabando en su mente y en la de otros sus hazañas inventadas o soñadas, hazañas promisorias. Había descubierto hacía ya unos años que, la palabra del hombre sonaba mejor estando en pleno movimiento, como carro alegórico lleno de mandriles-culo-pelado saludando a los bombones asados, cabezas de los sencillísimos transeúntes. Más valía avanzar como locomotora encaramada en descenso entre nubes y arco-iris que ir a tumbos y escondidillo como rata herida del corazón. Carecía de seriedad andar prometiendo a diestra y siniestra las buenas nuevas futurísticamente cual gitano barato. No había por qué resolver todo en promesas con los demás o con uno mismo. La vida no era una promesa apacible, era muy al contrario, una recia en el estómago. Las tripas y entrañas se mecían en cunas de hervideros constantes. La vida era engullirse un caldo de zopilote a más de 379 grados de temperatura. Era algo que gravemente te cocinaba las esperanzas y que, te tenía al borde de la renuncia y el desamparo. Era casi replicable el mensaje que se sujetaba de los alambres del cielo, el cual pugnaba: -la cosa irá tomando el color que le busques, y a veces resultará inversamente. Si andabas husmeando queriendo encontrar tonos pastel, te topabas con algún aromático buen momento… era la carga de la vibración aplicada… sin embargo, había algunas ocasiones que te alcanzabas a rozar, desafortunadamente, con tonalidades acres y sinuosas y no encontrabas más que sequías sin colorido, y uno con su cara de baboso agarraba sus tiliches atmosféricos y karmas y se retiraba. Era una búsqueda tan arrogante, que la verdad lo mejor era no meterse en camisa de tan contadas varas y dejar de estar radicando en el plano invisible de las promesas para comprender que el espacio que uno podía abarcar atascando duro era del tamaño adecuado y suficiente.
   Las argucias mohínas a la intemperie se hacían presentes en cualquier momento de este estilo de vida, como si fuesen un encanto de rocío por la madrugada rozándote las pestañas. El blues de las argucias se servía casi siempre, de consumadas frases relacionadas con las promesas. Aun así, seguía siendo, musicalmente hablando, un ritmo pegajoso, y amén de influyente para los captores de sensaciones avanzados. Rondar cabizbajo era casi costumbre nacional. Mirar qué tan lustroso había amanecido el zapato del otro, o qué tan roto lo llevaba. La suerte era así de jodida cuando uno era puro espectador. La crítica era el gatillo preparado para escudarte de inmediato y, se soltaba plomo del más nocivo a dicha intemperie. Pensabas en el mundo, sí, pero…, sin darle el golpe de frente; te dabas hasta cinco o seis horas al día para la reflexión inminente acerca del que siempre estaba escurriéndose a un lado y al otro tuyo, que igualmente avanzaba cabizbajo. ¿Por qué sería así la corriente eh? Cavilabas y no comprendías la lección. Había un sobrehumano y condensado pensamiento que pendía como chaleco de cobre encendido del sol, que mostraba la insignia de que, se nos había prometido algo, pero… no se nos dijo en qué preciso instante o día o año, esto se cumpliría. Se nos había prometido la vida eterna y los jugosos paquetes del paraíso si es que… bueno… vida eterna, lo cual ya era mucho pedirle a la misma vida… y de ahí, de ese meollo/rollo/casi trifulca, brotaban al por mayor las amenazas también, que asustaban hasta al chivo más bravo… le dejaban manso y ciego. Sí…, pues se enseña a la par que, las reglas son duras y duelen los jodazos, y las esperanzas cada vez son más vagas, y que no a cualquiera… :::: [[ya vas viendo no]] :::: Bueno…, entonces, a modo de quien aprende bien la forma de una curva en una carretera para no estrellarse o salir volado, todos se seguían cual caramelos del mismo sabor, a ritmo de cangrejos borrachos sobre la misma corriente torcida y se perpetuaban en formar más y más promesas, sin saber cuándo o hasta qué punto detenerse. No había fin en el trasfondo. Era un infinito de degradaciones para el alma del soñador. Sin embargo, a fin y al cabo, no había tanto problema, qué más da una más o una menos. Si otros lo hacen por qué chinampas yo no. Y engañabas al primero o primera que se dejara con su ingenuo más vacuo ::: Era una suerte no verte al espejo en las mañanas::: pues… timabas a cualquiera que fuese el afortunado que vieras de frente: -Desde tus superiores ejemplos que formaban tu círculo cotidiano, como lo eran, tu padre, tu madre, tus hermanos, la familia en sí pues, y hasta los allegados amigos y lame rabos que te rodeaban-. Y ya entrando en eso de las fortunas hereditarias y nocivas para la salud mental y el desasosiego general, me gustaría esclarecer que, cuando este asunto, que por demás promisorio y redundante en su esquema, está en funcionamiento y en plena avidez de movimiento, no se siente siquiera que sea tan sólo un puñado de miles de miles de cuatrillones de cosas que uno no hace sino que sólo las pospone proponiéndolas casi realidades absolutas.
    Una vez escuché una narración extra-ordinaria que decía que, había en todo el planeta por cada época habida, tan sólo cuatro tortugas que movían las condiciones en el mundo; que eran las encargadas de marcar estas épocas de acuerdo a los ajustes nada desprovistos de la nueva visión emprendida en sus organismos poderosos. Y con qué será que lo mueven me preguntó mi hermana menor al estarle yo planteando dicho teorema multidimensional que había afectado mi estructura desde la hioides hasta el último pelo y todo para abajo, casi robotizado. Le respondí, mira Fany, mi preciosa hermana, la única que tengo y tendré a lo que sangre se refiere, te contestaré franco y ácido pues, ya basta de hacerse el ameno y tratarte como a una menor en esta casa. Eso sólo debilita tu voluntad y disminuye la presión que debe sentir tu ardilla en el cerebro. Mira… la cosa es así y asá… ya ves… todo mundo, perchero blando… bla-bla-bla… sí… esas cuatro peleles/careyes/atlas/colosos/invencibles/semi-dioses, de los que yo te hablo… por cada época… cómo decirte… uhmmmmmmm… surgen como del fango universal como estacas… bueno… como gigantescas lanzas que empiezan a determinar el nuevo curso que se asignará al rotor de todo el planeta… velocidad jamás  pre-concebida… dinamismo tan puro y doloroso como cuando se tiene a una angina en problemas… así, esos organismos de talle nunca antes etiquetado, cambian por siempre la forma de ver las cosas entre todos…. y…, como es de esperarse, tú sabes…. las multitudes se apelotonan a reordenar el curso, sus campos metafóricos y sus ruinas esenciales, pues hemos sido domesticados para conllevar estos cambios súbitos... somos supervivientes, leales a esa supervivencia de querer y no poder, de prometernos ser alguien más, alguien que no somos ni seremos nunca… y de ahí las frustra-operaciones consecuentes… No se valora el haz de luz tan escaseado que provee la acción de tener libertad… muy bien, perfecto… la libertad apabulla a quienes le miran suelta, desenvuelta, empollando nuevas especies… de ahí cada crimen recíproco de espíritus entre cada prójimo cristiano o colegas adyacentes… se les muere el espíritu por ver bombear energía no negra, similar a la de ellos, sino luminosa…. Entonces, esos cuatro contados de los que te hablo… a veces son sólo tres o dos, o uno… esperando cual sabios de antaño, que de pronto, a fuerza de esa voluntad psico-motriz genuina y de aletas tan amplias como el continente Asiático o el Americano juntos, se restriegue a la cara de los tiempos como tela magenta y tersa anunciando que, todo es posible. Y además, es necesario que averigües que tú o cualquiera que se desfalque a sí mismo en su destino y renuncie a seguir hundido, es capaz de cimentarse cual gigante lanza sobre este fango y empezar a mover los engranes del globo entero. La inefable voluntad de tus incansables pasos debe practicar el respetable resplandor al surcar cualquier estrado, cualquier pliegue que asemeje ser irrompible. Somos agua de un mismo cauce, pero no somos esa corriente que alimenta más a la corriente podrida sino que, alimentamos la grietita menos escarbada para abrirnos paso delante.  
    Yo sabía que el cerebro de mi hermana menor estaba en ese punto blando de apogeo incandescente en el que se podía insertarle a fondo las ideas o los faroles tintados de espesor vital que, permanecerían quizás hasta su muerte y pos-mortem a sus derredores próximos. Y no me enjuicien de mala influencia o lavador de cocos. No, no era esa mi intención con mi misma especie. Inclusive no era yo un especialista en la materia. Y al estarle contando de esto, ella bostezaba y se le brotaban de los lagrimales sus conmovidas palabras de afecto e incomprensión, …estás loco!!! ...loco yo??, pensé como quien busca una respuesta no hecha de metrallas sino de látex fino… bueno, al menos lo intenté con ella. Aquel idealismo mío tuvo el efecto mismo de un juicio dopado, de un enfado notable; había sido aplastado con sólo bostezarme en las jetas y ponerme su veinte-único rostro inmaculado de cuando me tiraba una broma en una expresión injustificada. Loco yo. Pletórico caldo de zopilote a más de 379º bullendo en mi robusta panza. Have mercy, my dearest… ten piedad mi querida hermanita. Me levanté y le sonreí. No quise ofender su postura. Ella no tenía la culpa, pensé de inmediato. Me alejé pronunciando dentro mi frase de oráculo y cajón: -Aunque la carpa baje o el circo estalle, yo sigo siendo un payaso.-

F.Rabbannelli
   

jueves, 10 de febrero de 2011

Los sonámbulos

    Sin creer en los días transcurridos, con el cabello recortado, la barba hecha añicos. El sonámbulo respira entretenido y satisfecho. -Mira un televisor.- Tiene su trasero a salvo y el banquete que se prepara en honor de la libertad llegará pronto a su voluminoso estómago aerostático. Vientre de globo. Ha tenido buena suerte y sus negocios prosperan dentro de la ciudadela de un país subdesarrollado. Se puede transitar por sus calles sin el temor a ficciones sublibrabismalistas. Los habitantes de la periferia orquestan una revolución transparente y silenciosa. Así se había planeado, pero el 23 de diciembre los estruendos en la puerta norte de la ciudad revelaron legiones de fuego. Marte enfurecido por el hambre y la opresión. Millones de bocas libres convertidas en demonios, devorando a los sonámbulos más gordos, a los puercos gigantes. Las manifestaciones de Pandora trajeron muerte y locura que estallaron como burbujas de jabón. El Estado escribió un guión romano que terminó cortándole la cabeza y las de los que ya no la necesitasen. El sonámbulo, por ejemplo, no precisa de su pensamiento para existir. Le basta recibir un rol cómodo y vida eterna garantizados. Reproducirse; de su arte a tu arte prefiere mearse.

    Decía entonces que la guerrera periferia ejecutó su revolución sanguinaria de forma paulatina. Barrenaron el cerebro de los sonámbulos como si fuesen gusanos en una manzana, les drenaron su ceniza gris que se diseminó por las calles y plazas públicas. Si alguien echara un vistazo dentro del agujero que tienen en la cabeza los sonámbulos, podría encontrar un ventarrón y polvaredas; silbidos de manicomnio trepando los peldaños de Escher. Podía uno encontrarlos en la calle con frecuencia cardiaca. No hay quien no asocie el opio con los primeros tratamientos contra el insomnio. Podrías encontrar el invierno de Charlie Parker repitiendo en medio de la fiebre: smile in a circle, smile in a circus… No quiero volver a ver a un agente de seguros, puedo ver la luz negra. No fueron los mejores días del experimento voluntario. El progreso y su epidemia surrealista; los más jóvenes se desintegraron en cuestión de días. Enterramos a más de la mitad, incineramos a su otra mitad. Encarcelamos a la otra mitad. Dejamos que el resto se destruyeran entre sí.

    Diecidme: ¿A dónde con la libertad? Los artistas deberían marchar.se por las calles, mear en Sanborns y perder.se con el viento / tráfico / motivo o tarea cualquiera que lleve a cabo. Los polluelos pedigüeños son tan tristes como peligrosos. Mientras yo me bebo esta cerveza, se escucha la voz de Morrison cantar una estrofa pegajosa que dice: this is the end.